Ser bruja es un acto político: espiritualidad, memoria y resistencia

Ser bruja es un acto político. En tiempos donde parece que la vida es lo que mostramos en redes sociales —donde todo debe ser estético, perfecto y vendible— y cuando el éxito parece medirse en likes y seguidores, muchas cosas corren el riesgo de vaciarse de contenido y la espiritualidad no es la excepción.

Hoy, “ser bruja” se ha vuelto una suerte de tendencia: velas, rituales, cuarzos y frases motivacionales circulan como si eso bastara para iluminar nuestro crecimiento espiritual. Pero detrás de esa estética hay una historia más profunda, una historia que duele y que, por eso mismo, es política.

Lo espiritual sin conciencia social es solo marketing

Autoproclamarse bruja va mucho más allá de los rituales, las creencias o la estética. Ser bruja implica una postura frente al mundo: una forma de mantener viva la memoria de las mujeres perseguidas y asesinadas por desafiar el orden establecido.

“Lo espiritual y lo esotérico sin conciencia social solo son marketing.”

Declararse bruja es reconocerse parte de una genealogía de resistencia frente a un sistema que intentó quebrar la autonomía, la sabiduría y el poder de las mujeres. Es reivindicar una historia que fue silenciada y que intenta ser convertida en mito, pero que guarda la raíz de una lucha: la de las mujeres que se atrevieron a pensar, sanar, decidir y vivir en libertad.

La memoria de las que vinieron antes

La caza de brujas no fue un episodio aislado de fanatismo religioso sino un proceso político y económico que acompañó el nacimiento del capitalismo.

Como explica Silvia Federici en Calibán y la bruja:

“La caza de brujas contribuyó a destruir el poder social de la mujer, a desvalorizarla como sujeto.”

Entre los siglos XV y XVIII, entre 40.000 y 60.000 personas —en su mayoría mujeres— fueron ejecutadas en Europa acusadas de brujería. Unas 90.000 fueron juzgadas. Aquellas mujeres eran parteras, herbolarias, curanderas, sabias. Su conocimiento sobre el cuerpo, las plantas y los ciclos de la naturaleza representaba una amenaza para un sistema que necesitaba disciplinar los cuerpos femeninos y controlar la reproducción, el trabajo y el saber.

“Las brujas han sido históricamente mujeres que se atrevieron a ser valerosas, agresivas, inteligentes, no conformistas, curiosas, independientes, liberadas sexualmente, revolucionarias.”
Silvia Federici, Calibán y la bruja


La bruja como símbolo de resistencia

Recordar a las brujas no es un simple acto de nostalgia sino un acto de justicia. Nombrarnos brujas es reclamar esa herencia de sabiduría, de conexión con la Tierra, de ciclicidad y comunidad. Es recuperar la conciencia política que implica encarnar esa energía en el presente.

Un presente en el que crecen los discursos de odio y de individualismo. Un presente en el que pareciera que estudiar quedó vintage porque poco parecen importar los datos y el conocimiento. Un presente hostil que nos angustia, nos duele, nos arde y nos quema.

Hoy ya no nos meten vivas en las hogueras pero: vivimos con el miedo de ser la foto del próximo cartel pidiendo Justicia, con el pánico de que nuestra amiga no mande el ´llegué bien´; con la bronca de ver como impunemente sexualizan y opinan de nuestros cuerpo, entre otras cosas; sin contar que tenemos que seguir explicando qué es un femicidio, por qué es importante nombrarlo así y que nada de lo que hagamos justifica que nos maten.

En esta continuidad histórica, ser bruja es seguir resistiendo. Porque no se trata solo de hacer rituales, leer el tarot, saber de terapias alternativas, etc. Ser bruja es cuidar y luchar por nuestros derechos, es abrazar lo colectivo, es alzar la voz por las minorías y por lxs que ya no están; es defender nuestra libertad y autonomía. Ser bruja es un acto político.

Reivindicar la palabra “bruja”

“La bruja encarna a la mujer liberada de todas las dominaciones, de todas las limitaciones; es un ideal hacia donde ir. Nos muestra el camino.”
Mona Chollet, Brujas: la potencia indómita de las mujeres

Reivindicar la palabra bruja es volver a dotarla de poder.
Es reconocerse parte de una red de mujeres y disidencias que siguen tejiendo desde el conocimiento, la intuición, la magia y la acción política.
Es elegir la profundidad por sobre la superficie, la memoria por sobre el olvido, la conexión por sobre el consumo fugaz y descartable.

Ser bruja, hoy, es recordar, resistir y transformar.
Es un acto de amor, pero también de rebeldía.

Por qué me autoproclamo bruja

Quienes me siguen en redes sociales, pueden ver que ya en mi biografía de pocos caracteres aclaro quién soy: soy bruja feminista.

Si tengo que ser honesta no se qué fue primero, pero creo que fue reconocerme feminista. Tengo cuarenta años, me crié en un sistema completamente patriarcal y de chica no tengo dudas de que era una mujer machista, una perfecta hija sana del patriarcado.

Con los años, la experiencia y el estudio, esas capas desconectadas de mi escencia fueron cayendo. Igualmente, soy una convencida de que la deconstrucción es eterna, dura mientras dure nuestra vida. Siempre vamos a tener que desaprender cosas con las que crecimos, siempre vamos a tener que aprender cosas de nuestro contexto presente y nadie, absolutamente nadie, es una feminista perfecta. El punto está en tener claro eso y vivir con la mente y el corazón abierto para nunca dejar de conmovernos ante las injusticias que nos rodean y ante las nuevas realidades que nos toque conocer.

Si voy a mi vida “brujeril”, viví cosas desde muy chica pero creo que jamás me hubiese reconocido bruja sin haberme reconocido antes feminista.

Comparto esto que es personal porque quizás te sirva. Aún si sos adulta y no te reconoces con el feminismo: nunca es tarde para acercarte en busca de comprender por qué siempre se está a tiempo de conectar con nuestra verdadera esencia.


El despertar de las brujas no es un cuento antiguo: es una revolución que sigue latiendo y que ese latido suene cada vez más fuerte depende de todxs lxs que buceamos en la profundidad de nuestra historia.

Libros recomendados

Te dejo dejo tres títulos que te pueden interesar para profundizar en la cuestión: brujas, feminismo y política:

  • Calibán y la bruja de Silvia Federici
  • Brujas, la fuerza indómita de las mujeres de Mona Chollet
  • Mujeres que corren con lobos de Clarissa Pinkola Estés

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